Escuchar el término “protección a los animales“ para muchos suena a sensiblería de personas viejas, solas o frustradas y la realidad es otra. No es fácil ser proteccionista de los animales y son muy pocos los que pueden llamarse así. El término proteccionista es muy complejo y encierra mucha entrega y autenticidad.
Para comprender la complejidad del término debemos analizar cuál es la verdadera esencia de la protección animal.
Las raíces de la protección a los animales basan sus principios en el derecho, el respeto y la moral. No podemos decir que somos protectores de animales sino respetamos el derecho de todos los seres vivos que nos rodean, al decir todos los seres vivos me estoy refiriendo al animal humano y al animal no humano.
Al hablar del derecho, me estoy refiriendo al derecho a la vida, derecho a la justicia, derecho a vivir en las condiciones propias de cada especie sin alteración alguna.
Al hablar del respeto, me estoy refiriendo al respeto que merecemos todos los seres vivos del planeta. Todos los animales tenemos derechos. La inteligencia o el grado de raciocinio de una especie no la eximen del derecho a una vida sana, en paz y armonía.
Al hablar de la moral, muchos pueden preguntarse si los animales tienen o no moral, si saben o no de moral, pero para salir de estas dudas primero descifremos ¿qué es la moral? La moral es la actitud o conducta que no concierne al orden jurídico sino al ámbito de la conciencia personal. Es el conjunto de facultades del espíritu que conlleva a una conducta correcta y armoniosa entre toda la Creación.