Si hay punto en el que concuerdan todos los actores del sector eléctrico es que la crisis que generó el fenómeno de El Niño no fue de capacidad, sino financiera. En medio de todo, los generadores de energía cumplieron, pues no sucedió el temible apagón, pero esto se logró a un costo muy alto porque no tenían los recursos para responder ante las pérdidas que el mismo esquema los obligó a asumir. Todos coinciden en que después de este episodio es indispensable revisar el sistema y sobre todo la regulación.
Pero demos dos pasos atrás para explicar lo que sucedió este año y que nos llevó hasta una campaña estricta de ahorro, que llevó a que los colombianos salvarán el funcionamiento del sistema. El 70% de la energía que se produce en el país proviene de las hidroeléctricas y las termoeléctricas. En realidad, son las primeras las que tienen una mayor participación en la matriz.
Un par de años atrás se había anunciado la inminente sequía que traería el fenómeno de El Niño. Se pidió preparación y ahorro. A pesar de esto, el calor llegó y el país no estuvo tan preparado. El agua que se guardaba en las centrales hidráulicas bajó muy rápido y para rematar, algunas presentaron fallas de última hora que dificultaron la situación. Las críticas por la inversión del cargo por confiabilidad no se hicieron esperar pues los altercados técnicos en medio del estrés hizo pensar que no necesariamente los activos estuvieron dispuestos cuando se necesitaron.
Cuando las hidroeléctricas necesitan apoyo se acude a las termoeléctricas, un respaldo que si bien cumplió, lo hizo en las peores condiciones debido a una escasez de gas anunciada, materia prima con la que funcionan, y lo que las obligaba a funcionar con combustibles líquidos. El problema, además, fue la tardanza en la modificación de la fórmula del precio de escasez, un indicador que determina a partir de qué momento se activan las obligaciones de energía firme (es decir lo que los generadores se comprometen a producir) y el precio a la que será remunerada.
Es decir, se pagaron $300 por el KW/h para sortear esta situación, pero el combustible costó el doble por la caída del crudo y porque dejó de ser un material utilizado en Estados Unidos por su impacto ambiental. Entonces, aunque era la oportunidad de las termoeléctricas para brillar, resultó ser un fracaso pues su negocio sólo generaba pérdidas: $730.000 millones, en 2015 y primer trimestre de este año, según Alejandro Castañeda, director de la Asociación Nacional de Empresas Generadoras (ANDEG).
Análisis pos Niño
Para Castañeda, lo primero que hay que hacer es ajustar el precio de la escasez. Es necesaria una revisión integral de nuestro sistema reformado hace 20 años, que implica mirar el precio de la bolsa, que está superando el umbral establecido por la Creg, incluso, cuando no hay fenómeno de El Niño. “La Creg debe volver a mirar si en efecto hay peores escenarios críticos de los que había imaginado. No podemos operar así porque no es rentable. Hay que hacer estudios, pero también se pueden tomar decisiones sobre asuntos que ya conocemos, que están fallando y que están sobre diagnosticados”.
Ángela Montoya, presidenta de la Asociación Colombiana de Generadores de Energía Eléctrica (Acolgen), coincide con esta posición y agrega que dejando de lado ese componente, el cargo por confiabilidad es una variable fundamental y que si no hubiera sido por ella, lo más probable es que el apagón hubiera sido un hecho.
“El cargo tiene unos propósitos que se cumplieron: el primero hacer un plan de expansión, eso quiere decir que debemos construir centrales eléctricas para no tener un déficit. Construimos US$10.000 millones desde la última subasta. El segundo concepto es que la planta de generación estén listas en el momento que el operador del mercado lo requiera. Sí se cumplió, la única excepción fue Termocandelaria. Hubo problemas, pero no podemos adivinar los accidentes”, agrega Montoya.
Sin embargo, para la presidenta de Acolgen el papel de los usuarios es de vital importancia pues del uso racional del recurso dependerá, también, el óptimo desempeño del sistema. Tarea pedagógica que, valga decirlo, también tiene pendiente el sector privado y el público, en cabeza del Ministerio de Minas, pues si algo quedó demostrado es que las campañas no han sido efectivas.
Es necesario convertir a los usuarios en actores más activos y que no sólo participen con el pago de su recibo, dice. “La idea es que ellos a futuro puedan determinar cuándo y cómo consumen energía. No hemos querido adaptarnos, pero no ha sido posible ahondar ahí, a pesar de que eso está inventado hace mucho tiempo”.
Otra dificultad que quedó clara con la crisis eléctrica fue la limitación de la matriz energética. El carbón y las energías renovables deben hacer mayor presencia y dar respaldo a las termoeléctricas y las hidroeléctricas en situaciones de sequía. Alejandro Lucio, director de la Asociación de Energías Renovables de Colombia (SER), considera que pese a la necesidad de las renovables, el país aún no está listo para su implementación.
Si bien ya existe la ley 1715, que incentiva el uso de las energías renovables, no hay una política energética y un marco regulatorio que les permita jugar en igualdad de condiciones con los generadores de energía tradicional. Por eso también proponen un cambio en el sistema, pues las fuentes eólicas y solares, a pesar de ser muy competitivas, son muy volátiles y no pueden garantizar los niveles de la firmeza horaria.
En cuanto al carbón, Lucio manifiesta que hay que tener cuidado con su impacto ambiental, sobre todo cuando el año pasado Colombia firmó un acuerdo en el que se comprometía a disminuir sus emisiones de gases, en la Conferencia Internacional de Cambio Climático, que se llevó a finales de 2015, en Francia.
Las preocupaciones mencionadas generan incertidumbre en el sector, sobre todo para los inversionistas. “Si voy a construir una térmica lo dudo porque es muy riesgoso, pues es un negocio que da pérdidas; el carbón, si no solucionas el precio de las escasez, también está muerto, y a eso hay que sumar los efectos medioambientales; apostarle a las hidráulicas tampoco es tan conveniente por el manejo ambiental y los problemas sociales, y si miras a las renovables, ellas no se acomodan muy bien al mercado actual. Esa situación preocupa”, concluye Castañeda.
El futuro
Entre tanto, Jorge Valencia, director de la Unidad de Planeación Minero Energética (Upme), ve una panorama mucho más alentador: “A pesar de las dificultades, el sistema respondió como se esperaba. Estamos mejorándolo, fortaleciéndolo y apoyando todas las iniciativas para que la demanda haga una gestión más eficiente de su consumo. Hay muchos proyectos en el camino para la oferta y la demanda”.
La segunda lección del fenómeno del Niño, asegura, tiene que ver con los usuarios. Los colombianos por fin entendieron la importancia de hacer un uso eficiente de la energía, lo que permite tener unos menores costos en el servicio y así poder desarrollar infraestructura más eficientemente e invertir en otros proyectos, como llevar energía a las zonas no interconectadas y apartadas; ejecuciones indispensables para el crecimiento de la demanda que, de acuerdo con la última especulación de la entidad, crecería entre un 3.5 y un 4% al año.
El último plan de expansión, que en este momento está en revisión, mostró un crecimiento en los próximos 15 años de más o menos entre 5000 y 7000 megavatios, de los cuales un porcentaje importante es hidráulico, casi más de la mitad. Aunque hay un crecimiento significativo de las renovables no convencional (1200 megavatios) y termoeléctricas (1000 megavatios). Esto demuestra, según Valencia, a la diversificación de la matriz.
Para la Upme es indispensable resolver el asunto del suministro del combustible y por eso espera que con la entrada de la Regasificadora de Cartagena la situación mejore. El promedio de consumo fue de alrededor de 350 millones de pies cúbicos/día cuando ocurrió el fenómeno de El Niño. La nueva planta está en capacidad de ofrecer 450 millones de pies cúbicos/día, lo que quiere decir que se duplicaría la posibilidad de atención de demanda termoeléctrica. Para apoyar esta idea también se propuso crear otra regasificadora en el Pacífico, que brindaría mayor confiabilidad a grandes centros de demanda como Valle del Cauca, Cauca y Bogotá.
Ante estas propuestas, Andeg ha asegurado que no es suficiente, pues cuando se empiece a exportar gas, no alcanzará para cubrir los costos variables. El gremio insiste en que es necesario el cambio del precio de escasez.
Valencia añade que también están en construcción unos proyectos hidroeléctricos, termoeléctricos y renovables, como la creación de parques de generación con energías eólicas y fotovoltaicas. Aunque esto último podría demorarse por licencias ambientales. Un ejemplo de eso es la línea que conectará el Cabo de la Vela con La Guajira Baja, un proyecto grande que tiene una longitud de 230 kilómetros y cuyo nivel de tensión es de 500.000 voltios. Se espera que en mayo del otro año ya esté adjudicado.
En medio de todos los señalamientos, la Creg ha asegurado que si bien ha habido lentitud en el cambio de la regulación, el trasfondo está en que la matriz energética depende del agua y con las condiciones en las que se encuentra el planeta es menester cambiar esta política de Estado, como lo advirtió Jorge Pinto Nolla, director de la Creg, en una entrevista con este diario hace cuatro meses.
“El precio de escasez es una medida que se configuró para proteger a los usuarios, pero la manera como se calcula no está escrita en piedra. Esperemos a que pase el fenómeno de El Niño, estamos ad portas de la finalización, se demorará dos meses si mucho, y en ese momento lo lógico es que entremos en un proceso de revisión del cargo por confiabilidad y el precio de escasez, no le quepa la menor duda. Analizaremos cómo hay que modificarla y en qué sentido hay que hacerlo. Los sistemas evolucionan y hay que introducirle mejoras, pero no puede hacerse ahora”, dijo en ese entonces.
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Empresario Colombiano Morales Fallon Gabriel Ricardo
Gabriel Morales Fallon trabajando por el medio ambiente